viernes, 14 de septiembre de 2012

Sal de la monotonía

En ocasiones nos vamos adaptando al ritmo de la vida,a las costumbres y cotidianidad del día a día, cayendo así en la rutina, esa que puede hacer que vivamos estancados en algo nos genera comodidad y, eventualmente, miedo a cambiar.

La rutina consiste en que no ocurra nada diferente y que cada día sea una copia del anterior. Nos levantamos de la cama, vamos al baño, desayunamos, vamos al trabajo, almorzamos, seguimos trabajando, vamos a la casa, cenamos y nos acostamos a dormir, y al día siguiente lo mismo.

Uno de los enemigos más grandes del éxito es la rutina, ser víctimas de ella nos hace perder el entusiasmo y disfrutar cada día. Cuando esto sucede, se hace difícil alcanzar los objetivos, metas y sueños.

Quiero compartir algunas claves para minimizar la rutina:

  • Comienza con cosas pequeñas, no es necesario hacer cambios grandes para sentirte mejor, por ejemplo cambia tu ruta para ir al trabajo, haz las compras en otro mercado, ve al cine otro día al que acostumbras ir, etcétera.
  • Toma riesgos, esto hará que rompas tus propias barreras, dejes el miedo atrás y te demuestres que puedes hacer cualquier cosa. Recuerda las palabras de Walt Disney: "Si puedes soñarlo, puedes lograrlo".
  • Explora nuevas opciones de trabajo, carrera, nuevas maneras de demostrar tu calidad.
  • Descubre cosas nuevas, tienes a tu disposición una gran cantidad de información en Internet. Seguro encontrarás algo nuevo y bueno para ti.
  • Apúntate en eso que siempre has querido hacer o tienes tiempo sin hacer.
  • Toma unas pequeñas vacaciones, escápate un fin de semana con tu familia y/o amigos. Disfruta de la naturaleza.


Recuerda que cada día es una nueva oportunidad, así que sal y devórate el mundo, sal de esa rutina.



miércoles, 5 de septiembre de 2012

Rompiendo Esquemas

Quiero compartir con ustedes algo que leí en el libro "Los genios no nacen, se hacen" del Dr. Camilo Cruz. 

La historia cuenta que, en cierta ocasión, Sir Ernest Rutherford, presidente de la Sociedad Real Británica y premio Nóbel de química, recibió la llamada de un colega que estaba a punto de ponerle cero a un estudiante debido a la respuesta que había dado al resolver un problema de física, a pesar de que admitía que su respuesta era correcta
La pregunta del examen era: demuestre cómo es posible determinar la altura de un edificio con la ayuda de un barómetro.
Para los que no lo recuerdan el barómetro es un instrumento utilizado para medir la presión atmosférica. La teoría dice que la diferencia de presión marcada por un barómetro en dos lugares diferentes nos proporciona la diferencia de altura entre ambos lugares. De manera que la respuesta era medir la presión en el primer piso del edificio y luego en la azotea, para así determinar la altura del edificio.
Sin embargo, el estudiante había respondido: “llevo el barómetro a la azotea y le ato una cuerda muy larga. Lo descuelgo hasta la base del edificio, marco y mido. La longitud de la cuerda es igual a la altura del edificio”. 
Realmente, el estudiante había planteado un serio problema al resolver el ejercicio, porque había respondido al pregunta correcta y completamente. No obstante, esta respuesta no demostraba su dominio de los conceptos teóricos que el maestro quería evaluar. Sir Ernest Rutherford sugirió que se le diera al alumno otra oportunidad. Se le concedieron seis minutos para que respondiera la misma pregunta, pero esta vez con la advertencia de que, en la respuesta, debía demostrar sus conocimientos de física. 
Rutherford relata: “habían pasado cinco minutos y el estudiante no había escrito nada. Le pregunté si no sabía la respuesta, pero me contestó que tenía muchas respuestas al problema. Su dificultad era elegir la mejor de todas”.
En el minuto que le quedaba escribió la siguiente respuesta: “tomo el barómetro y lo lanzo al suelo desde la azotea del edificio, calculo el tiempo de caída (t) con un cronómetro. Después utilizo el tiempo de caída y la constante de aceleración para calcular la altura del edificio”. 
(...)  Rutherford le preguntó al joven qué otras respuestas tenía. Bueno, respondió, hay muchas maneras, por ejemplo, tomas el barómetro en un día soleado, mides su altura y la longitud de su sombra. Si medimos a continuación la longitud de la sombra del edificio y aplicamos una simple proporción, obtendremos también la altura del edificio.
También puedes tomar el barómetro y marcar en la pared su altura una y otra vez hasta que llegues a la azotea. Al final multiplicas la altura del barómetro por el número de marcas que hiciste y ya tienes la altura del edificio. Por supuesto, si lo que quiere es un procedimiento más sofisticado, puede atar el barómetro a una cuerda y moverlo como si fuera un péndulo. Si calculamos que cuando el barómetro está a la altura de la azotea la gravedad es cero y si tenemos en cuenta la medida de la aceleración de la gravedad al descender el barómetro en trayectoria circular al pasar por la perpendicular del edificio, de la diferencia de estos valores y aplicando una sencilla fórmula trigonométrica, podríamos calcular, sin duda, la altura del edificio.
En fin, concluyó, existen muchas formas más de hacerlo. Probablemente, la mejor sea tomar el barómetro y golpear con este la puerta de la casa del conserje del edificio y cuando abra, decirle: “Señor conserje, aquí tengo un bonito barómetro. Si usted me dice la altura de este edificio, se lo regalo”. 
En este momento de la conversación, cuenta Rutherford, le pregunté si no conocía la respuesta convencional al problema, que consistía en medir la presión atmosférica en el punto más bajo, luego en el más alto, y calcular su altura de esta manera. Evidentemente, el estudiante afirmó que la conocía pero que, durante sus estudios, sus profesores habían querido enseñarle a pensar creativamente y eso era lo que él quería hacer.
El estudiante se llamaba Niels Bohr, fue uno de los pioneros de la teoría cuántica. Aprender a pensar creativamente y entender que puede haber cientos de soluciones para un mismo problema es una gran muestra de un desarrollado nivel de inteligencia.

¿Cuantas soluciones nuevas le podemos dar a los problemas que nos enfrentamos día a día y que resolvemos de manera casi automática?. Y es que todos tenemos la posibilidad de hacerlo, todos somos capaces de crear grandes obras, pues tenemos a nuestra disposición la mejor herramienta y mejor máquina del mundo: nuestra imaginación.


Romper esquemas significa salir de lo convencional, idear soluciones, pensar fuera de los paradigmas. ¡Animo! No tengas miedo a pensar diferente.

Para lograr lo que te propones solo debes enfocar tu atención e imaginación en ello. Los resultados son sorprendentes. Inténtalo y verás.